sábado, 27 de noviembre de 2010

CARTA A ROMEO

Hola, querido Romeo:
El tiempo pasa y pasa y yo cada vez siento más y más la angustia claustrofóbica de las horas y hasta siento que las puedo contar, porque puedo escuchar el tictac del reloj. Como en un sueño largo me encuentro, con la eterna sensación de paranoia, como pendiente de un hilo entre la frontera del sueño y la vigilia, donde las ideas absurdas disparan por la mañana, mutilando mi inspiración para convertirla en una eterna depresión, y hasta llego a pensar que por la noche llegaste hasta mi lecho para jugar conmigo y en la mañana siguiente te quedaste aún a mi lado. Y te veo en este sueño, mi sueño largo de paranoia. Quiero a veces cambiar las letras de las palabras para engañar a mis sentidos, quiero inventarme nuevas poses para hacer el amor luego contigo, quiero que en mis sueños no me atormentes más caminando por las veredas sin rumbo y con tu ánimo caído, lo sé porque lo veo en tus ojos y en tu mirada, y pienso, que tan cerca estás o que tan lejos volaste y de verdad que volaste y puede ser que te quedaste prisionero en mi sueño largo de paranoia.

¿Quién invento esto? ¡Dime! ¿Quién inventó estas historias en el periodo blanco y frío de invierno? Y espero… espero a ver qué pasa, porque hace tiempo que no aparece el amor, hace tiempo que no siento ese cosquilleo en el estómago, hace tiempo que no me veo reír estúpidamente. Sólo hay algo que me hace sentir un poquito más ser humano, yo puedo sentir tus nervios que están a punto de reventar y de menospreciar estas ideas, estos pensamientos míos y esos recuerdos tuyos, como esperando a ver quien caerá primero de los dos, y tú me propones escaparme contigo y estar juntos nuevamente, y yo callo porque estoy como medio muerto, y pienso que todo podría ser, que no hay otra manera para mí de vivir o morir contigo. Y miro el reloj, y veo que me acuesto a dormir a las siete de la mañana hasta las siete de la noche, duermo para luego buscar un poco de comida en los amigos, en los cafés. Acaso no ves como vivo, sólo espero que comprendas y no revienten tus nervios al verme en tal estado después de tu partida, es el maldito insomnio que me hace parecer un desquiciado y pobre diablo, pero sé que debo controlarme, no quiero que tus nervios revienten, no quiero que salgas de mi porque yo me pondré a llorar y malograré la carta que decidí escribirte hoy, mi querido Romeo.

Sólo quiero que en esta carta, que en esta noche, que en cada palabra quede impresa la sinceridad, quede impreso el yo que se desquicia, quiero que quede impreso tu aliento, tus besos con ese sabor a tabaco al cual llegué a acostumbrarme, y que se quedaba impreso en mis labios, quiero morir al pie de la letra como decía Alejandra, donde asegura que morir es un sueño, me preparo para ello y quiero mirar tu mirada, que me es tan preciada, a pesar de que no supe distinguir el color de tus ojos por mucho tiempo, no me ayudó ni la colorís tica, no me ayudó ni siquiera Arceniy. Yo muero cuando leo tus cartas llenas de palabras ilegibles, llenas de un amor que me prometiste para siempre, yo muero cuando veo tus fotografías donde constantemente
sonríes, porque de pequeño no te enseñaron a llorar, y muero cuando veo tu mirada valiente, como en la foto dónde estás a orillas del río, mi Romeo valiente que no le tuvo miedo a la corriente, y que conservó esa valentía y esa sonrisa por años. Yo muero de sólo pensar que no te alcancé, tengo tanto miedo de no encontrarte a mi llegada, de no encontrar a nadie; aunque sé que aún tengo tiempo para encontrarte y que te reconoceré y que no moriré sin decirte a donde voy. El invierno me congela los dientes, los dedos, el invierno me congela mis sentimientos por la vida, es el frío al que me le enfrento, pero me siento tan débil, tan frágil por la falta de agua caliente, me siento tan indefenso por la falta de Romeo, me hace vulnerable tu ausencia. Y el destino, me dispara con sus balas de soledad por la espalda, los días me saludan por las noches y me despiden por las mañanas, es que no soy tan especial, por no ser tan común, yo no me lo inventé, se dio así, de por sí, sólo pienso ahora en el cielo, en señales que me hagan olvidar las palabras y hacer estas señales eternas. Me invento estas señales por las noches, las busco en el pasado, en mi niñez; tan bellos los ojos de los cuales no puedo explicar y para encontrarlos miro el pasado dónde estás tú, donde me acompañas después del trabajo, me acompañas en mis caprichosos paseos por el frio, por los sueños, me abrigas, me defiendes, me acompañas con tus palabras. Y creas el sonido, invento las señales del sonido, aunque ahora no las escucho, pero quedaron allí en el pasado, el cual ahora lo traigo con tus palabras, tu irada, tu recuerdo en este invierno de dientes y dedos fríos y sólo pienso que mañana algún mañana estaremos juntos y me dirás: “buenas tardes, suchik” y me clavarás el puñal de soledad por la espalda, como siempre sentí que lo harías, es que es el destino, quien se burla, quien nos hace jugar papeles de gente especial, entre gente común que son también especiales, por sentirse comunes.

¡Sólo dime!, por favor, Romeo, ¡sólo llámame!, y yo esperaré tu llamado, y no me moveré de aquí, te esperaré sentado, en nuestro sillón rojo de la cocina que da a la ventana, la ventana que da a la calle, y te miraré cuando aparezcas con tu abrigo negro y tu andar cansado, correré presuroso para abrir la puerta, te besaré y prepararé té con limón y tú te sentarás, y tomaremos el té con limón y hablaremos del día, y me mirarás con esa mirada de complicidad buscando en mis palabras las mentiras, yo también buscaré en tu mirada la ausencia. Pero ahora el mañana no existe, por eso sólo dime ¿a dónde puedo ir?, ¿en dónde te puedo encontrar?, ¿por qué debo ir?, dime si me esperarás, ¿Cómo te reconoceré?

Yo siempre quiero embriagarme contigo, quiero ir a la tienda de licores y comprar el vino blanco seco más caro para beberlo contigo y quiero que te embriagues conmigo y que lloremos juntos, como los días de melancolía, como el día en que partiste, como el día en el que yo partiré, quiero que lloremos por todo lo que sabemos, que lloremos de antemano por nuestra separación, y luego, después de llorar todo estará bien. Espérame por la tarde, en el verano, cuando el día ya no es blanco, cuando el día muere ensangrentado, por la tarde. Después de haber nadado, espérame en la orilla de nuestro lago, cerca de la casa, al final de los paraderos, en el extremo de la ciudad, en el camino a San Petersburgo. Lago en el cual quedaron en el agua nuestro amor y el sabor de nuestros cuerpos, los recuerdos del verano, y el agradecimiento, y tu espera eterna en la orilla, mientras yo nado y voy a tu encuentro, y caigo rendido en tus piernas mientras tu sonríes, y me abrazas fuerte, como si supieras que me quedan pocos días de vida y yo no pienso en nada, sólo finjo perder la memoria y entregarme en tus besos, para luego regresar a casa a preparar algo para comer y ... Los faros en la calle ya están prendidos, la gente aun deambula, yo estoy recobrando vigilia, pero me cuesta levantarme de la cama, pero debo ir a la cocina para escuchar a los autobuses. Y la gente en la calle pensará que nos amamos mutuamente, y los vecinos dirán que escuchan nuestros alientos, ellos son despiadados y sólo veo como ellos se matan unos a otros, mientras yo escondo la cabeza entre las almohadas, y entre las almohadas también escondo los secretos, porque pienso que las almohadas no sienten y no me tendrán pena ni compasión, a ellas les cuento mis cuentos de amor y desesperación. Y las estrellas desde el cielo también escuchan mis cuentos favoritos, y pienso que debo subir a la torre más alta de la ciudad una de estas noches para contarle en voz alta a las estrellas mis cuentos. Y las contaré de noche, lo haré en la torre más alta de esta ciudad, en el invierno, donde me aturde el frío y el hambre me carcome la paranoia.
YO, tu amor de toda la vida

PD: 1

Decidió con este capítulo darle el punto final a estas historias absurdas que son parte de una gran historia absurda, decidió que todo se acabaría con la partida de la más pura sonrisa hacia la eternidad, la eternidad de Romeo que se encuentra ahora a más de dos mil kilómetros de aquí; quien sabe si de altura; quien sabe si de profundidad, él no entiende de distancias, sólo sabe que está muy lejos como para ahora poder contarle lo mal que se siente a causa del frío de la mañana y después de ese sueño también absurdo donde el principio es el final de las cosas y donde todo es una repetición constante, donde no cabe el espacio para la pausa.

1 comentario:

  1. dios!!!! demasiado largo, demasiadoooooo eso aburree!!!!:)
    COn las justas hay tiempo victor y tanta letra marea, y se vuelve aburrido.
    kiss :)

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